sábado, noviembre 12, 2011

Jesús anuncia su muerte
(Mc 8.31--9.1; Lc 9.22-27)
 21 A partir de entonces Jesús comenzó a explicar a sus discípulos que él tendría que ir a Jerusalén, y que los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley lo harían sufrir mucho. Les dijo que lo iban a matar, pero que al tercer día resucitaría.[a] 22 Entonces Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo:
    --¡Dios no lo quiera, Señor! ¡Esto no te puede pasar!
    23 Pero Jesús se volvió y le dijo a Pedro:
    --¡Apártate de mí, Satanás, pues eres un tropiezo para mí! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres.
    24 Luego Jesús dijo a sus discípulos:
    --Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz[b] y sígame. 25Porque el que quiera salvar su vida,[c] la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará. 26 ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? ¿O cuánto podrá pagar el hombre por su vida? 27 Porque el Hijo del hombre va a venir con la gloria de su Padre y con sus ángeles,[d] y entonces recompensará a cada uno conforme a lo que haya hecho.[e] 28 Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán hasta que vean al Hijo del hombre venir a reinar.
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Caminar en bondad, sirviendo a Dios sólo puede darse si cedemos el control de nuestra vida a Dios. Jesús es un vivo ejemplo de esto cuando le dice a Pedro "Satanás". Dado a que Pedro no pensaba en lo que Dios quería sino en lo que él quería.

Esto es el diario vivir de nuestra vida. Distinguir entre lo que yo quiero y lo que Dios quiere. Tenemos que estar bien seguros de qué es lo que Dios quiere porque sino las personas que nos rodean, la familia, el ambiente, el trabajo, el vecindario, las parejas, cualquiera de estos agentes sociales puede de forma consiente o inconsciente ayudar a que caigamos.

Me identifico con Pedro porque cuando me confío y creo que estoy en control algo pasa y meto la pata.  Y recuerdo nuevamente mi mortalidad, mi humanidad y que dependo de Dios.

Si entendemos que somos soldados espirituales con investidura de carne y que nos debemos a Dios y que siguiendo su ley tendremos a nuestra disposición las armas necesarias para combatir la ausencia de bien que a diario se ve, no habrá situación que no podamos encarar. 

Cuando creemos tener control de nuestra vida estamos mirando hacia dentro.

Cuando decimos Dios que se haga en mí tú voluntad, entonces miramos hacia Dios.

Todos tenemos nuestra cruz. 
Si confío en mis habilidades, mi cruz me matará.
Si confío en Dios y hago lo que Él me pide, mi cruz será un instrumento, una herramienta que me ayudará a lograr lo que Dios quiere que yo haga.

Meditemos más seguido y pidamos a Dios nos enseñe cómo olvidarnos de nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguirle. Estoy seguro que nos aguardan en el camino de la cruz de Cristo Jesús, cosas maravillosas, que sólo en el Reino de Dios se pueden explicar.

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