domingo, enero 15, 2017

Puedo soltar

Gotas de amor en Epifanía




San Juan 1:29-41

32 Juan también declaró: «He visto al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma, y reposar sobre él. 33 Yo todavía no sabía quién era; pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y reposa, es el que bautiza con Espíritu Santo.” 34 Yo ya lo he visto, y soy testigo de que es el Hijo de Dios.»  35 Al día siguiente, Juan estaba allí otra vez con dos de sus seguidores. 36 Cuando vio pasar a Jesús, Juan dijo:   — ¡Miren, ése es el Cordero de Dios!  37 Los dos seguidores de Juan lo oyeron decir esto, y siguieron a Jesús.
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En este segundo domingo después de la epifanía de nuestro Señor Jesús aquella gran revelación de la cual dieron testimonio muchos en la Biblia, recibimos el mensaje del apóstol Juan, discípulo de Jesús, su amigo cercano; que habla de Juan el Bautista y de la forma en que este último dio testimonio diciendo: este es aquel de quien les hablé, Él es antes que yo, Él es el Cordero de Dios.

Detrás de la cámara principal de este evangelio debieron de haber especulaciones en su tiempo, investigaciones, averiguaciones sobre quién era Jesús. Considerando todo lo que rodeó su nacimiento y crecimiento. Todo giraba en torno a:
“¿Es este el mesías de Dios? ¿Acaso creen realmente que el hijo de María y José, personas normales, es el Hijo de Dios? ¡Oigan! Este muchacho se ve normal, yo no creo todas esas cosas que dicen de él.” Esto y mucho más habrán dicho.

Pero dentro de este gran grupo de personas que querían saber, creemos que habían algunos, algunas que estudiaban más a fondo, que se iban a la profundidad del tema Jesús y que esperaban, estaban pendientes de que algo sucediera, algo como lo que hemos leído en el evangelio de hoy.  Andrés y otros estaban entre quienes buscaban con atención y a medida que escucharon el testimonio de Juan el Bautista diciendo quién era Jesús simplemente se pusieron de pie y caminaron con Él. Esta acción de ser tocados por su presencia no solo los convocaba sino que también los empujaba a hacer algo diferente con sus vidas, en especial en ayuda al prójimo.  La transformación en Jesús siempre nos empujará, si es real, a permitir que Dios toque y cambie aquello que necesita ser cambiado. Cuando esto sucede siempre querremos compartir quien es Jesús, cuando sea que Él necesite esto de nosotros.
el día viernes con la comunidad de Jaguito.
Ayer sábado cargando todo para el retorno.

Ayer sábado, regresamos de la culminación del Programa de Servicio Social del Instituto Episcopal San Cristóbal y como siempre se ha dado fue una experiencia espectacular, especialmente porque podemos ver cómo pequeños niñas y niños años atrás, se convirtieron en jóvenes bien educados que quieren servir en el nombre de Jesús en la sociedad en la que les toca vivir. Se hicieron uno con la comunidad trabajando juntos, juntas, hombro a hombro y aprendiendo la historia y la cultura del lugar.  Fue un momento final de sentimientos encontrados, felices y tristes a la vez, debido a que la múltiple experiencia de trabajar y compartir ya terminaba y quizás también porque sabían que no iban a volver a saber mucho de este lugar o de las personas de allí. Algunos de estos jóvenes sí mantendrán contacto con el lugar y sus personas pero la mayoría seguirán con sus vidas.

Para que este grupo de jóvenes estuviese listo para compartir y trabajar en una comunidad y con la comunidad por once días tuvieron que aprender y prepararse con años de antelación, así lo ha dispuesto acertádamente esta institución educativa. Asistieron a talleres y clases especiales, no siempre con los mejores ánimos porque sabemos que la juventud cuestiona, pero al final luego de vivir el servir en el amor de Cristo Jesús, se nota su gratitud y las gracias que dan desde sus corazones. Valió la pena tanto esfuerzo.


Para que podamos servir y amar se requiere que nos entrenemos, que estudiemos, que nos esforcemos hacia una transformación constante, un proceso que siempre debe ser guiado por Cristo.   Amar y servir requiere un gran esfuerzo y sacrificio y si somos conscientes de esto podremos soltar aquello que Jesús nos pida soltar para que Dios esté siempre presente en nuestro diario vivir. Andrés, Natanael, Pedro, dejaron, soltaron lo que se les pidió sin pensarlo, pero esto fue así porque venían indagando y preparándose para ese encuentro. Y la pregunta que surge es: ¿Puedo soltar lo que necesito soltar?

¿Puedo soltar?

Las y los jóvenes en las escuelas son rebeldes pero al final, la mayoría de ellas y ellos, sueltan y se dejan guiar. Con nosotros las personas adultas que nadie nos puede obligar, no hay evaluaciones de la escuela, ni mamá, ni papá que nos tuerza el brazo…

¿Podemos soltar aquello que Jesús nos ha mostrado debemos soltar?

¿Puedo soltar?


Amar y servir en el nombre de Jesús es duro porque implica que soltemos cosas. En esta Epifanía debemos escuchar la voz de los distintos seguidores de Jesús cuando nos dicen, este es el Hijo de Dios. Y así después poder soltar lo que Jesús nos pida.
¿Acaso puedo soltar lo necesario en el nombre de Jesús?


En el nombre de Jesús, sí puedo.
Reverendo Diácono Carlos Austin

15 de enero de 2017. 1743.