20 "No te ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí al oir el mensaje de ellos. 21 Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 Les he dado la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola cosa, así como tú y yo somos una sola cosa: 23 yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno, y que así el mundo pueda darse cuenta de que tú me enviaste, y que los amas como me amas a mí. 24 "Padre, tú me los diste, y quiero que estén conmigo donde yo voy a estar, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes que el mundo fuera hecho. 25 Oh Padre justo, los que son del mundo no te conocen; pero yo te conozco, y estos también saben que tú me enviaste. 26 Les he dado a conocer quién eres, y aún seguiré haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y para que yo mismo esté en ellos."
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Ciertamente que, la historia bíblica desde sus inicios, nos da un ejemplo en donde no podemos ver a Dios sin el hijo y sin el Espíritu Santo. Esta relación nos muestra el tipo de relación que entre nosotros debiéramos tener. Es lamentable, pienso, que los distintos grupos de fe, nuestras denominaciones hagan que las personas en un momento dado veneren y sigan más las reglas de la comunidad más que lo que Dios y su hijo Jesús nos enseña.
Que nuestro fin no sea seguir los ritos y actividades por encima de lo que la Biblia nos enseña.
Nos hemos dividido por cosas de hombres y mujeres a través de la historia.
Unámonos por las cosas de Dios. Que nuestra mente sea Dios. Que nuestro actuar sea Dios.
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