Día de Pentecostés
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Empezaré por decir que somos
seres de hábitos.
Y pregunto: ¿Qué es un hábito?
En las ciencias de la salud, en
particular a las ciencias del comportamiento (la psicología), se denomina
hábito a cualquier conducta repetida regularmente,
que requiere de poco raciocinio y que es aprendida, más
que innata.
Cuando de niños nos enseñaron el
temor a Dios y nos guiaron para entender cuáles eran los beneficios de ser
obedientes, se crearon en nosotros hábitos de temor a Dios, pero no un temor
malo, sino uno como quien ama a alguien y no quiere hacer daño, no quiero
ofenderte porque te amo.
Nuestros hábitos impregnan
nuestra vida y la van perfilando. Son la
base de nuestra conducta y por ende, de aquello que decidimos hacer y ser.
Hemos logrado vivir hasta hoy gracias a los hábitos que tenemos y si nos diéramos
el tiempo de analizar, nos asustaría seguramente el poder ver cuáles son
nuestros hábitos negativos y positivos predominantes.

Serán 75 seres humanos familiares
de Israel los que entrarán a Egipto, aquí nace el pueblo de Dios, el Dios que
nosotros conocimos a través de Jesucristo, así se perfilan los antecedentes del Cristianismo. Una semilla de
esclavitud de un pueblo dominado por otro. Interesante paralelismo que podemos
apreciar en el paso del tiempo, de Israel dominado por Egipto y Moisés viene a
liberar y después Palestina dominada por Roma y vino Jesús a enseñar y ser
sacrificio.
Cientos de años antes del
nacimiento de Jesús el Emmanuel Dios con nosotros, un pueblo llamado Israel era
oprimido, ya habían pasado 400 años, Israel ya había muerto, sus hijos también;
pero el pueblo creció. Ahora eran esclavos. Moisés nace en este escenario y
será quien lleve al pueblo al Éxodo, a la salida de Egipto hacia el
desierto. Cuando hablamos de la Pascua y
el Pentecostés Judío este es uno de sus significados.
La Pascua judía recuerda todo lo
que llevó a la salida de Egipto y Pentecostés rememora el cómo Moisés recibió
los mandamientos en el monte Santo. Este último también se relaciona con la
fiesta de las cosechas de las siete semanas.
Pero el significado etimológico de
Pentecostés es Quincuagésima, refiriéndose a los 50 días después de Pascua de
Resurrección cuando los apóstoles recibieron formalmente el defensor que les
prometió Jesús y el inicio de la Iglesia Cristiana. Todo sucedió debido a que estas personas
dejaron que se cultivaran en ellas hábitos que hoy podemos llamar cristianos.
Nosotros estamos hoy pidiendo a
Dios nos renueve gracias a que todas estas personas en el pasado, aceptaron
abrazar una vida con el Espíritu Santo.
Una vez aceptas caminar con
Cristo sabemos habrá dolor, como bien dice la Epístola, no es un camino fácil;
pero a diferencia de una vida sin Cristo, entramos en una dinámica en donde
sentimos la presencia de diversas maneras.
¿Cómo sientes la presencia de
Dios?
No es siempre fácil notar su
presencia o que nos ayuda y apoya. Gracias a los problemas podemos tener una
más clara noción de Dios en medio de nosotros. Pero cuando superamos las
situaciones duras y estamos viviendo tiempos mejores nos es fácil dejar de
hacer, no practicar, no vivir los hábitos de la persona cristiana que nos
enseñó Jesús.
Cristo nos enseñó lo necesario
para crear un escenario para la presencia de Dios. Al insistir en estas
prácticas, en estos hábitos nos vamos haciendo más versátiles tanto para hacer
en nuestra intimidad lo que Dios nos pide como para poder verle y sentir su
presencia.
No es casual que una persona que
recibe a Cristo de corazón en su vida, vaya creando un mundo a su alrededor en
donde lo que come, lo que hace, lo que escucha, lo que ve, está lleno de
Cristo. Y parecerá que está persona se
aleja de lo que antes era, pero en realidad hace lo necesario para poder seguir
en la presencia de Dios.
Lo que hago en mi intimidad donde
nadie me ve, para seguir a Cristo es lo que cultiva los hábitos que después me
hacen ser fuerte cuando estoy en el mundo.
Si soy débil en mi vida de comunidad, en lo público, entonces me hace
falta fortalecer mi vida privada en Cristo.
Así que, cuando hoy invocamos la
presencia del Dios Espíritu Santo, sí, recibiremos bendición pero esa bendición
para que se extienda en nuestra vida y en el tiempo, para que se quede, tenemos
que insistir en cambiar creando permanentemente el escenario para la presencia
constante de Dios.
Oración, lectura bíblica y de
libros relacionados al tema de ser Iglesia, ayuda al prójimo, música cristiana
y de temas afines a ser una comunidad buena, momento de retiro espiritual,
compartir en comunidad en la Iglesia y otros espacios, ayuda a las personas
necesitadas; todas estas son maneras que ayudan a crear un ambiente para la
presencia perene de Cristo en mí. Y lo
podremos sentir y ver.
¿Me tengo que aislar de lo que me
rodea?
No, ese no es el llamado. Pero tu insistir en los hábitos que Cristo te
enseñó en tu intimidad con él en tu vida privada te dará lo necesario para
llevar una vida pública en Cristo sin caer en prácticas no sanas.
Los hábitos cristianos se
expresarán en una vida cristiana.
Dejemos de pensar que para ser
cristianos no debo hacer ajustes en mi vida, sí los tengo que hacer. Debo revisar qué veo, qué escucho, con quién
me asocio, dónde voy, a qué dedico la mayoría de mi tiempo. Debo prestar especial atención a lo que me
gusta, debo hacer análisis de mis gustos para ver si están en concordancia con
lo que Cristo pide de mí. Al final debo
estar dispuesto a hacer ajustes. Esta
forma de actuar es la que me irá diciendo que de verdad reafirmo que quiero
seguir a Cristo.
Hablando de la Iglesia en la que
estamos, somos una comunidad puesta en la esquina de un vecindario muy lindo. Todo
lo que hacemos y no hacemos habla de cómo vivimos a Cristo, nuestros gestos,
nuestras palabras todo debe invitar a quienes viven a nuestro alrededor y a
quienes pasan a querer ser parte de esto o por lo menos decir, qué lindos son,
allí está Cristo.
Y voy terminando con este
cuestionamiento:
¿Qué hábitos tengo que me acercan
a Cristo?
¿Qué hábitos no tengo?
¿Qué haré para mejorar?
El Espíritu de Dios está en este
lugar, siempre ha estado y siempre estará, lo que hagamos para comulgar con él
depende de nosotros. Cultivemos hábitos cristianos en nuestra vida privada y lo
demás se dará sin duda.
Amén.
Reverendo D. Carlos Austin.